El reciente atentado contra Miguel Uribe Turbay, precandidato presidencial del Centro Democrático y senador en Colombia, ha revivido amargos recuerdos de una época marcada por la violencia política en el país. En un mítin celebrado en un barrio de clase media en Bogotá, Uribe fue herido gravemente por un sicario de 15 años. Las imágenes muestran el caos que siguió a los disparos: personas corriendo y la cámara cayendo al suelo. Tras el ataque, Uribe fue trasladado a la Fundación Santa Fe de Bogotá, donde su estado se describe como de «máxima gravedad» y con un pronóstico reservado. Este incidente ha conmocionado al país y ha provocado una fuerte reacción en el ámbito político, con llamados a la unidad y exigencias de una investigación exhaustiva.
El atentado ha reabierto las heridas de finales de los años 80 y principios de los 90, cuando el país sufrió una ola de asesinatos de candidatos presidenciales, incluido el de Luis Carlos Galán, y los posteriores ataques de narcotraficantes encabezados por Pablo Escobar. Las secuelas de esa violencia persisten, reflejadas en el poder del narcotráfico y los conflictos entre grupos armados. Además, el escenario político actual está marcado por conflictos internos, con acusaciones de violación constitucional y amenazas de “guerra a muerte”. La participación de figuras cuyas familias fueron víctimas de esos años oscuros añade un matiz personal a la situación, entre ellas María José Pizarro, hija del asesinado Carlos Pizarro, quien destacó la necesidad de evitar que la historia se repita. Las próximas acciones de las autoridades serán cruciales para evitar un resurgimiento de la violencia política en Colombia.
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