Lunes por la noche en Madrid, el bullicioso cruce entre Gran Vía y Preciados se llena de expectación a medida que las pantallas gigantes de Callao marcan una cuenta atrás. La responsable de tal alboroto es la cantante Rosalía, quien ha tejido una serie de pistas en sus redes sociales que han dejado a los fanáticos a la espera de un anuncio intrigante. La curiosidad se ha extendido rápidamente entre los asistentes, que, armados con sus móviles, comienzan a grabar el momento. La pregunta que flota en el aire es si se trata de un concierto sorpresa, lo que intensifica la atmósfera en la icónica arteria madrileña.
Cuando finalmente se alcanza el conteo final, la revelación resulta ser una instantánea ya conocida de su nuevo disco, causando una ola de decepción entre la multitud. La imagen de Rosalía, que parece reírse del revuelo desde la seguridad de un hotel cercano, se convierte en el centro de una controversia que agita las redes sociales. Esta estrategia de marketing, diseñada para generar intriga y atención mediática para su próximo álbum, Lux, previsto para el 7 de noviembre, ha transformado un simple anuncio en un evento colectivo. El fenómeno resalta cómo la artista comprende y capitaliza una cultura de inmediatez y sensacionalismo, donde la espera y el misticismo pueden ser tan impactantes como la propia música.
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