Claudia Sheinbaum enfrenta una presidencia marcada por retos complejos tanto en el ámbito internacional como en el doméstico. A nivel global, la presencia de Donald Trump en la Casa Blanca representa una serie de desafíos que requieren de una diplomacia cuidadosa y estratégica por parte de Sheinbaum, conocida por su habilidad para manejar las tensiones, lo que le ha valido el apodo de «The Trump Whisperer». Su enfoque ha permitido que México mantenga una relación de respeto con Estados Unidos, a pesar de la retórica agresiva y las políticas arancelarias del vecino del norte. En aras de preservar esta frágil cordialidad, México ha accedido a exigencias relacionadas con políticas migratorias y extradiciones controvertidas, exponiéndose a críticas internas y externas.
Dentro de su propio país, Sheinbaum debe confrontar un entorno político en continua transformación, heredado de la administración de López Obrador, con la intención de consolidar un cambio de régimen. En medio del esfuerzo por restructurar instituciones y desafiar viejos esquemas, enfrenta resistencias tanto de la oposición como de ciertos sectores dentro de su propio partido, Morena. Su capacidad para navegar el caos institucional será crucial, especialmente en áreas sensibles como la adquisición de medicamentos, donde el desabasto histórico evidencia problemas de corrupción y burocracia. La presidenta busca establecer un estándar de probidad y eficacia, alineando a su movimiento hacia una verdadera austeridad y ética. Sin embargo, el éxito de su administración dependerá de su habilidad para manejar estas turbulencias internas y concretar un legado que trascienda el mandato de Trump y encamine a México hacia un nuevo modelo de gobernabilidad.
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