Claudia Cardinale, una de las figuras más icónicas del cine italiano del siglo XX, falleció el martes a los 87 años, dejando tras de sí un legado marcado por su fortaleza y su rebeldía ante el machismo de la industria cinematográfica. Nacida en Túnez en el seno de una familia de orígenes sicilianos, su carrera comenzó de manera inesperada tras ser descubierta por un cineasta al salir de la escuela. A pesar de su inicial desinterés por la actuación y su deseo de ser exploradora, la joven Cardinale rápidamente se convirtió en un símbolo de la belleza y la elegancia, destacando en producciones que abarcan desde clásicos italianos como Ocho y medio hasta su incursión en Hollywood.
A lo largo de su trayectoria, más allá del glamur y los éxitos, Cardinale vivió experiencias desgarradoras, incluyendo una violación que resultó en el nacimiento de su hijo. A lo largo de las décadas, la actriz mantuvo una postura firme contra los abusos de la industria, y abogó por causas sociales, desde la defensa del medio ambiente hasta la lucha contra la violencia machista. En sus últimos años, se retiró a París, buscando escapar del acoso mediático que la seguía en Roma. Su vida y su carrera, entrelazadas con aciertos y sufrimientos, crean una narrativa de resiliencia que perdurará en la memoria colectiva del cine.
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