La devastadora ola de incendios en España ha arrasado más de 100,000 hectáreas esta semana, superando la trágica marca de 2006, cuando se registraron 74,031 hectáreas quemadas. La mayoría de los incendios son atribuibles a la acción humana, con alrededor del 90% de los siniestros admitidos como provocados, aunque solo un 8% se relaciona directamente con la piromanía, un trastorno mucho menos común. La gran mayoría de los casos se deben a descuidos o negligencias, pero en el último verano diversas detenciones han ilustrado la problemática del incendio intencionado, con detenciones en regiones como Galicia, Las Médulas y Mombeltrán.
Es fundamental distinguir entre pirómanos e incendiarios. Mientras que el incendiario actúa de manera deliberada por motivos diversos, como la venganza o el vandalismo, el pirómano padece un trastorno del control de impulsos, dando lugar a un comportamiento compulsivo correlacionado con una obsesión genuina por el fuego. Este tipo de individuos, típicamente varones jóvenes con antecedentes de dificultades sociales, se impulsan por una necesidad interna y experimentan una sensación de alivio tras provocar el incendio. Además, es relevante señalar que la conducta de un pirómano puede estar acompañada de una notable insensibilidad hacia el dolor ajeno, complicando la comprensión de su comportamiento y sus consecuencias.
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