Aunque en la actualidad la mayoría de las personas consideran que el infierno no es un lugar físico, históricamente ha habido varios sitios en el mundo considerados como entradas al inframundo. Uno de esos lugares es Gehena, ubicado fuera de los muros de la antigua Jerusalén. La palabra «Gehena», mencionada en los textos bíblicos en lugar de «infierno», se refiere a un valle donde, según se creía, antiguos israelitas realizaban sacrificios humanos. En Turquía, las ruinas de la antigua ciudad de Hierápolis albergan una pequeña puerta conocida como el Plutonio, considerada como otro portal al inframundo. Ubicada sobre una falla volcánica activa, emanaciones de dióxido de carbono en el lugar han causado muertes desde la antigüedad, reforzando su temible reputación.
Otro lugar asociado al imaginario colectivo del infierno es el volcán Hekla en Islandia, cuya violenta erupción en 1104 le otorgó una fama siniestra en todo el mundo antiguo, comparándose incluso con el monte Etna. En Belice, la cueva de Actun Tunichil Muknal, rica en restos arqueológicos y víctimas de sacrificios humanos, es considerada una puerta al inframundo maya, conocida como Xibalbá. Por último, el Purgatorio de San Patricio en Irlanda, ubicado en Station Island, fue conocido en la Edad Media como un umbral al más allá, influenciando profundamente la concepción cristiana de la vida después de la muerte. A pesar del paso del tiempo, estos sitios siguen despertando interés y misterio, manteniendo viva la fascinación por los vínculos terrenales con lo desconocido.
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