Barcelona se convirtió en el epicentro de una movilización contra el turismo masivo, congregando a cerca de 600 personas según la Guardia Urbana. La protesta, organizada por la Asamblea de Barrios por el Decrecimiento Turístico (ABDT) y respaldada por 120 colectivos, recorrió las calles de la ciudad desde los Jardinets de Gràcia hasta la Sagrada Familia. Los manifestantes expresaron su descontento con el «monocultivo turístico» y su impacto negativo en la vivienda, el trabajo y el medio ambiente. Situaciones de tensión se vivieron en puntos clave como el paseo de Gràcia, donde las fuerzas policiales evitaron acciones contra establecimientos de lujo. La manifestación tuvo eco en otras ciudades europeas, subrayando una preocupación común en el sur de Europa por la saturación turística.
En el marco de la protesta, se criticó la precarización laboral asociada al turismo, con trabajadores como Juani Pérez denunciando la explotación en el sector hotelero. Los manifestantes simbolizaron su repudio sellando las puertas del hostel Generator, lo que provocó enfrentamientos menores con empleados del lugar. La protesta avanzó hacia la Sagrada Familia, pero fue contenida por los Mossos d’Esquadra, quienes establecieron un cordón de seguridad. Un incidente aislado ocurrió cuando un turista, identificado por su gorra de apoyo a Donald Trump, fue escoltado por la policía tras ser increpado por los manifestantes. La jornada, que culminó en la avenida Gaudí, se desarrolló mayormente de forma pacífica, aunque marcada por muestras de creciente descontento ante el impacto del turismo en la vida local.
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