El gobierno de Xi Jinping ha decidido retomar tácticas de presión económica que previamente implementó durante la guerra comercial que tuvo lugar entre 2018 y 2019 bajo la administración Trump en Estados Unidos. En este contexto, China está focalizando sus esfuerzos en afectar sectores específicos que se alinean tradicionalmente con los intereses republicanos, buscando debilitar sus posiciones y generar una posible fractura interna que podría influir en las próximas decisiones políticas de los Estados Unidos. Esta estrategia no es nueva para Beijing, quien ha demostrado habilidad para utilizar el comercio como herramienta de presión política, con el objetivo de obtener concesiones en el complejo ámbito de las relaciones internacionales.
Durante los años de enfrentamientos comerciales con Trump, China aplicó medidas arancelarias que impactaron fuertemente sectores clave del corazón económico republicano, como la agricultura y la manufactura. Actualmente, Beijing parece afinar esta maniobra con una precisión quirúrgica. Al centrar sus esfuerzos en estos núcleos, pretende maximizar el efecto disuasorio de sus acciones y alterar las dinámicas políticas dentro de Estados Unidos. Este movimiento se da en un periodo de crecientes tensiones, donde el gobierno chino busca reafirmar su posición en la escena internacional, mostrando una vez más su capacidad de resistir y contrarrestar las presiones externas que buscan redefinir las reglas del juego comercial global.
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