China ha dado un giro estratégico al reforzar su control sobre las tierras raras, minerales críticos para la alta tecnología, mediante la implementación de nuevas regulaciones que repercuten globalmente. Desde el 1 de octubre, el país exige que los exportadores documenten exhaustivamente la cadena de suministro, otorgándose el poder de autorizar o denegar el acceso a estos recursos conforme a su uso previsto. Este movimiento ha encendido las alarmas en industrias esenciales como la de semiconductores, la militar, la automotriz y la de energías renovables, todas altamente dependientes de estos materiales.
Esta situación ha puesto a sectores industriales clave en una posición comprometida, pues el acceso a las tierras raras, vitales para la fabricación de chips, componentes de defensa y tecnologías sostenibles, se ve restringido. China no solo demanda licencias específicas para las empresas interesadas en adquirir estos materiales, sino que también fortalece su influencia en la cadena global de suministro de minerales críticos.
Con casi el 100% del control sobre minerales como el disprosio, China ha tomado medidas adicionales para consolidar su liderazgo en este sector estratégico. En un paso anterior, Beijing limitó las exportaciones de antimonio, una sustancia vital para semiconductores y aplicaciones militares. Esta política se ha extendido a otros componentes como el galio y el germanio, esenciales en tecnología avanzada.
Además, empresas chinas han adquirido refinerías extranjeras en su territorio, como la reciente compra por parte de Shenghe Resources de una planta canadiense, con lo cual refuerzan su control en la refinación y centralizan la gestión de recursos críticos.
En un contexto de secreto y sanciones, China ha clasificado todo lo relacionado con la extracción y refinado de tierras raras como información reservada. Ejemplos recientes incluyen la condena de ejecutivos por filtrar datos industriales, una medida que bloquea a competidores extranjeros el acceso a datos críticos, intensificando así las barreras de entrada para muchas industrias internacionales.
La dependencia de países como Estados Unidos y sus aliados, que necesitan estos minerales para aplicaciones esenciales como vehículos eléctricos y aviones de combate, se ve especialmente afectada. La Agencia Internacional de Energía proyecta que la demanda de estos materiales aumentará significativamente hacia 2040, lo que coloca a China en una posición ventajosa como líder en suministro.
En respuesta, algunas naciones han comenzado a diversificar sus fuentes. Inversiones en nuevas instalaciones de refinación surgen en Australia y Bélgica, y proyectos en Estados Unidos y Malasia buscan reducir la dependencia China. No obstante, los altos costos y complejidades regulatorias plantean obstáculos significativos para el rápido desarrollo de cadenas de suministro independientes.
Así, el robusto dominio chino en la refinación y producción de materiales especializados sigue siendo un obstáculo formidable, respaldado por una infraestructura educativa que forma expertos en minería y manejo de tierras raras. A diferencia de Occidente, donde estos programas de formación son escasos, China mantiene una clara ventaja competitiva.
Aunque empresas occidentales como Solvay y MP Materials trabajan para encontrar alternativas, a corto plazo, la dependencia de las capacidades avanzadas de China en refinación y producción de tierras raras continúa siendo una realidad ineludible. La estricta regulación de exportaciones de China establece una barrera crítica en un momento de creciente demanda mundial por tecnologías avanzadas. Mientras Occidente busca deshacerse de esta dependencia, por ahora, las reservas estratégicas de tierras raras permanecen firmemente bajo control chino.