En la carrera global por la supremacía en inteligencia artificial y computación en la nube, la demanda de centros de datos ha crecido exponencialmente. Sin embargo, el alto consumo de energía y agua para refrigeración presenta un desafío crucial. En respuesta a este dilema, China ha apostado por una solución innovadora: los centros de datos submarinos.
Shanghai Hailanyun Technology (HiCloud) lidera esta iniciativa en Shanghái, donde se construye un centro de datos a seis millas de la costa, impulsado por energía eólica. Este proyecto busca disminuir en un 30% el consumo eléctrico dedicado a la refrigeración, utilizando el mar para disipar el calor generado por los servidores.
La primera fase de este ambicioso proyecto, valorada en 223 millones de dólares, incluirá 198 racks capaces de albergar entre 396 y 792 servidores de IA. Aunque su tamaño es modesto comparado con los centros terrestres en China, HiCloud asegura que su capacidad de procesamiento será notable, permitiendo entrenamientos equivalentes al modelo GPT-3.5 de OpenAI en tan solo un día.
La estructura será alimentada casi en su totalidad por energía eólica marina, reduciendo significativamente el impacto de carbono. Esta estrategia sigue el ejemplo del Proyecto Natick de Microsoft de 2015, aunque el gigante tecnológico finalmente optó por no continuar con el despliegue masivo de sus centros de datos submarinos.
Mientras China explora bajo el mar, en Estados Unidos, el enfoque es distinto. Elon Musk y xAI han levantado el centro de datos Colossus en Memphis utilizando un modelo de refrigeración híbrido que combina aguas residuales filtradas y sistemas de aire tradicionales. Este método demuestra que construir de manera eficiente y económica es viable sin recurrir a soluciones tan innovadoras como las submarinas.
Los beneficios teóricos de los centros de datos sumergidos son claros: menor gasto energético, ambientes controlados que reducen la corrosión y liberación de suelo terrestre. Sin embargo, enfrentan limitaciones significativas como complejidad logística, vida útil reducida de los servidores y potenciales riesgos ambientales.
En cuanto al impacto ambiental, aunque HiCloud argumenta un calentamiento insignificante del agua circundante, expertos advierten sobre los peligros que podrían intensificarse en escenarios de calor extremo, afectando la biodiversidad marina.
China, al impulsar esta tecnología, marca un precedente en infraestructuras digitales sostenibles, diferenciándose de Estados Unidos y atrayendo la atención de otras naciones asiáticas. Según Zhang Ning, investigador de la Universidad de California, Davis, el desafío no reside en la viabilidad técnica, sino en resolver los obstáculos regulatorios, ecológicos y logísticos que esta innovación conlleva.
En resumen, los centros de datos submarinos representan una apuesta estratégica en el panorama tecnológico global, ofreciendo una alternativa viable en regiones donde la sostenibilidad y la eficiencia energética son prioritarias.
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