En el contexto del conflicto en Europa del Este, China ha subrayado su deseo de desempeñar un papel crucial como mediador, buscando una posición en las negociaciones internacionales. La potencia asiática resalta su capacidad de influencia basada en su estrecha relación con Rusia, un vínculo que se ha fortalecido a medida que Moscú se vuelve más dependiente del apoyo económico y político de Pekín. Con su creciente relevancia en el escenario internacional, China se presenta no solo como un observador pasivo, sino como un actor dispuesto a contribuir a soluciones diplomáticas concretas, en un momento en el que el equilibrio de poder se encuentra bajo escrutinio global.
El régimen liderado por Xi Jinping se apoya en la evolución de sus lazos con Rusia, destacando su posición privilegiada como uno de los principales socios de Moscú. Este acercamiento se ha traducido en un aumento de las colaboraciones económicas y estratégicas entre ambos países, fortaleciendo la influencia china en la región. Mientras tanto, China intenta proyectar una imagen de paz y estabilidad global, utilizando su poderío económico y político para ejercer de intermediario en el conflicto, y abogando por su inclusión en futuros esfuerzos diplomáticos. La postura de China sugiere una estrategia a largo plazo para consolidar su papel como una de las principales fuerzas geopolíticas en el escenario internacional.
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