Agustín Díaz-Yanes y Curro Vázquez, dos figuras estrechamente vinculadas al mundo del toreo, evocan constantemente a su amigo Chenel en sus conversaciones, como si sus memorias giraran en torno a una inevitable casilla de un juego de mesa. Este ritual de recuerdos, que suele culminar en la nostalgia por Chenel, resalta tanto su profunda conexión como el vacío que dejó su ausencia. La figura de Chenel aparece casi como un talismán, un punto de encuentro en sus charlas donde las historias se entrelazan y reviven momentos que marcaron sus vidas.
Chenel, cuyo legado sigue vigente, parece haber dejado una marca indeleble en quienes lo conocieron. Su recuerdo no solo llena de significado las conversaciones de Vázquez y Díaz-Yanes, sino que también actúa como un puente entre el pasado compartido y un presente en el que la memoria se convierte en un refugio. Para Díaz-Yanes y Vázquez, hablar de Chenel es mucho más que rememorar su amistad; es un acto que les permite mantener viva una parte esencial de sus propias historias, como una especie de homenaje continuo que acompaña sus vidas cotidianas.
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