En una segunda jornada memorable del festival Coachella, el desierto californiano se convirtió en un inesperado escenario para la música clásica y la política. Por primera vez, los asistentes vibraron con los acordes de la «Primavera» de Vivaldi, interpretada por Gustavo Dudamel y la Filarmónica de Los Ángeles, en una velada que fue mucho más que un mero espectáculo de música alternativa. La intervención del influyente senador Bernie Sanders, quien criticó duramente al expresidente Donald Trump y apeló a los jóvenes para luchar por la justicia, añadió un matiz político al evento. Esta aparición se produjo bajo la mirada de figuras emblemáticas como Neil Young y Joan Baez, en un acto paralelo de respaldo a los demócratas. El festival, conocido por su enfoque en las tendencias musicales emergentes, se convirtió así en una plataforma de reflexión sociopolítica.
Mientras tanto, la jornada se transformó en una sinfonía de estilos diversos. Charli XCX prendió fuego al escenario con su música electrónica y su icónico look «brat», acompañada por artistas como Troye Sivan, Lorde y Billie Eilish, brindando un espectáculo que evocó el espíritu irrefrenable del verano anterior. La jornada también destacó por la nostalgia y la innovación, albergando actuaciones sorprendentes como la de Green Day, que hizo su debut en Coachella, reinterpretando éxitos de su álbum «American Idiot», cargados de crítica política, y modificando letras para homenajear causas internacionales como la situación en Gaza. El cierre de la noche tuvo el toque distintivo del rap neoyorquino de LL Cool J, mientras que Dudamel continuó su exploración de puentes entre lo clásico y lo contemporáneo, acompañado por artistas como los argentinos Ca7riel y Paco Amoroso, plasmando una noche en la que la tradición, la política y la música pop se encontraron para dejar una marca indeleble en la historia del festival.
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