El aumento de las temperaturas y la falta de lluvias han provocado un verano especialmente duro en España, con una sequía sostenida que está afectando tanto a la agricultura como a los suministros de agua potable. La situación es crítica en varias regiones, donde los embalses se encuentran por debajo del 30% de su capacidad. Las autoridades locales y nacionales han implementado restricciones en el uso del agua y están evaluando medidas a largo plazo para mitigar futuros episodios de sequía, en un contexto marcado por el cambio climático y sus efectos en la península ibérica.
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