En una emotiva tarde en la plaza de toros de Céret, el torero Fernando Robleño se despidió de su afición tras un cuarto de siglo de destacada trayectoria. Con una cálida ovación de pie y la entrega de la insignia más importante de la ciudad, los aficionados reconocieron los logros del que consideran su último gran ídolo. A pesar de la emotividad del evento, la corrida de Sobral no logró aportar el brillo esperado. La corrida, aunque bien presentada, careció de la casta necesaria para darle emoción a la tarde, con solo el primero y el quinto toro logrando algo de atención.
El evento taurino continuó con la actuación destacada del joven novillero Mario Vilau en la novillada de la mañana, perteneciente a la feria de Céret. A sus dieciocho años y en su tercera novillada, Vilau mostró valentía y habilidad al cortar una oreja a cada uno de sus novillos, ganándose así la salida por la puerta grande. La ganadería de Quintas presentó un encierro bien presentado pero con falta de casta, aunque el sobrero que cerró la plaza mostró casta y transmisión, destacándose entre el ganado. La tarde previa, la corrida de Saltillo fue suspendida por la lluvia, dejando lugar para el lucimiento del joven torero catalán.
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