En 2015, las elecciones en Cataluña, catalogadas como «plebiscitarias», marcaron un punto de inflexión al abrir la vía unilateral hacia la independencia. La estrategia se centró en la lista unitaria «Junts pel Sí», que unió a Convergència y Esquerra Republicana de Catalunya (ERC). Este movimiento buscaba fortalecer el frente soberanista, pero también tenía un objetivo político: evitar que ERC superara a Convergència en votos. La elección se presentó como un referéndum de facto sobre la independencia, aumentando la polarización y redefiniendo el panorama político en la región.
El éxito de «Junts pel Sí» impidió un posible ‘sorpasso’ de ERC, logrando consolidar el liderazgo de Convergència en el movimiento independentista. La lista unitaria consiguió movilizar a una amplia base de votantes, lo que permitió al bloque independentista ganar una mayoría de escaños, aunque sin alcanzar el 50% de los votos. Este resultado fomentó la narrativa de legitimidad para avanzar unilateralmente hacia la independencia, desatando una serie de eventos que culminarían en la declaración de independencia de 2017, intensificando el conflicto con el gobierno central de Madrid.
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