En el seno de Moncloa se ha tomado una postura clara de defensa en torno a García Ortiz, a pesar del creciente debate interno sobre su continuidad en el cargo. El ejecutivo ha optado por un cierre de filas, buscando proteger la posición de García Ortiz frente a las acusaciones y la presión mediática. Sin embargo, esta decisión no es unánime dentro del partido, donde hay voces críticas que consideran que, de ser condenado, la dimisión sería inevitable debido a las implicaciones legales y éticas. Este enfoque interno evidencia una tensión latente entre diferentes facciones políticas que buscan equilibrar la lealtad partidaria con la integridad institucional.
Las discrepancias dentro del partido reflejan un dilema complejo entre el apoyo incondicional y el respeto a los límites legales y éticos. Mientras que algunos líderes del partido subrayan la importancia de la presunción de inocencia y abogan por la continuidad de García Ortiz hasta que se resuelva su situación judicial, otros insisten en que se debe anteponer el interés público y la credibilidad del gobierno. «Hay un límite legal al apoyo» es el argumento de aquellos que temen que la situación pueda erosionar la confianza ciudadana en la administración si no se toman medidas drásticas en caso de una condena. La gestión de este caso podría tener repercusiones significativas en la cohesión interna del partido y en su imagen pública de cara a futuras elecciones.
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