En los últimos días, la tensión entre Ucrania y Rusia ha escalado con la aparición de drones ucranianos sobrevolando los cielos de Moscú y San Petersburgo. Esta situación ha generado un estado de alerta entre las autoridades rusas, quienes han intensificado sus medidas de vigilancia aérea. La presencia de estos drones no solo ha generado inquietud por la posible amenaza que representan, sino que ha llevado al retraso y cancelación de cientos de vuelos, causando un fuerte impacto en la logística y movilidad de pasajeros en estas ciudades clave. La interrupción del tráfico aéreo ha sido descrita como una medida preventiva ante potenciales riesgos que puedan surgir en el espacio aéreo ruso.
Paralelamente, grupos de ciberpiratas pro-ucranianos han intensificado sus acciones contra infraestructuras tecnológicas en Rusia. Ciberataques coordinados han afectado sistemas críticos, aumentando la presión sobre el gobierno ruso, que está laborando para mitigar el daño y restaurar la normalidad. Estos ataques cibernéticos han sido señalados como una extensión del conflicto geopolítico, reflejando la complejidad de una guerra que trasciende los límites físicos y se introduce en el mundo digital. En medio de este escenario, las relaciones entre ambos países continúan deteriorándose, mientras la comunidad internacional observa con preocupación la escalada de eventos.
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