En marzo de 2025, Rio de Janeiro experimentó una de las olas de calor más intensas en una década, con temperaturas que alcanzaron los 44 grados Celsius. En las favelas del Complejo de la Maré, donde vive Soraia Claudino, las condiciones fueron aún más extremas, registrándose sensaciones térmicas de hasta 60 grados. Estas comunidades, construidas sin planificación urbana adecuada y con materiales que retienen el calor, enfrentan un fenómeno conocido como «islas de calor». Además, su ubicación entre grandes autopistas incrementa la temperatura y la concentración de contaminación. Según la Secretaría Municipal de Salud, más de 3,000 casos de deshidratación e insolación se reportaron debido a estas condiciones extremas.
Esta situación pone de relieve el problema del «racismo ambiental», donde las comunidades negras y marginalizadas son las más afectadas por las crisis climáticas y la desigualdad. En Brasil, con una población importante viviendo en favelas, estas áreas experimentan temperaturas hasta 8 grados más altas que los barrios vecinos con mejor infraestructura. Para enfrentar este desafío, activistas locales y organizaciones como Redes da Maré promueven soluciones innovadoras como los techos verdes, que ayudan a reducir el calor, aunque su costo hace que sean inaccesibles para muchos. Expertos y activistas coinciden en que una respuesta gubernamental robusta y adaptaciones climáticas efectivas son esenciales para abordar estos problemas y garantizar derechos básicos a los afectados.
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