El Vaticano cuenta con un protocolo bien establecido para la elección de un nuevo Papa tras el fallecimiento de un pontífice. Según este procedimiento, los cardenales menores de 80 años se reúnen en la Capilla Sixtina para el cónclave, un proceso de votación secreto destinado a encontrar al nuevo líder de la Iglesia Católica. Desde la implementación de la constitución apostólica Universis Dominici Gregis, este método permanece casi inalterado durante más de 800 años. Tras el anuncio del camarlengo, en este caso el cardenal Kevin Joseph Farrell, que asume la dirección temporal de la Iglesia, se celebra un homenaje en la Basílica de San Pedro, iniciando así el proceso que desembocará en la elección de un nuevo Papa.
Aunque debe celebrarse casi inmediatamente, el cónclave se inicia generalmente entre 15 y 20 días después del fallecimiento del Papa, permitiendo que los cardenales lleguen desde todo el mundo. En esta última edición, estaría programado para desarrollarse entre el 6 y el 11 de mayo. Una vez iniciado el cónclave, no existe un límite de tiempo para su conclusión. Las votaciones comienzan con una sola ronda el primer día y se amplían a cuatro diarias a partir del segundo día. Sin embargo, la duración en tiempos modernos suele ser breve, como ocurrió en 2013 cuando el Papa Francisco fue elegido tras solo cinco rondas de votación en dos días. La elección concluye una vez un candidato recibe al menos dos tercios de los votos, seguido por el anuncio oficial del nuevo pontífice con el icónico «Habemus Papam».
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