En un tenso encuentro deportivo que capturó la atención de los fanáticos, el futbolista catalán protagonizó una escena violenta al propinar un puñetazo a uno de sus rivales en el campo. Este acto generó un tumulto inmediato entre los jugadores de ambos equipos, requiriendo la intervención del árbitro y el personal de seguridad para calmar la situación. Las reacciones dentro del estadio fueron mixtas, con aficionados mostrando sorpresa y desaprobación ante la conducta agresiva del jugador, lo que suscitó un debate sobre la creciente tensión en el deporte y la necesidad de medidas disciplinarias más estrictas.
Paralelamente, el partido se vio marcado por otro incidente controvertido cuando el jugador uruguayo se acercó al área técnica de Seattle y escupió a un miembro del cuerpo técnico del equipo contrario. Este acto fue inmediatamente condenado por los oficiales del partido, llevando a una revisión disciplinaria por parte de la liga. Los analistas deportivos resaltaron la importancia de mantener la deportividad y el respeto mutuo en el campo, y cuestionaron el impacto que estas acciones podrían tener en la imagen del deporte. Ambos eventos subrayaron las emociones intensas que pueden surgir en el fútbol y plantearon preguntas sobre las repercusiones de tales comportamientos en el ámbito profesional.
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