La Unión Europea (UE) y el Mercosur se encuentran en la recta final de un histórico acuerdo comercial que, tras 25 años de negociaciones y bloqueos intermitentes, podría firmarse esta semana en una cumbre en Montevideo. Este pacto, que reúne a un mercado de más de 780 millones de consumidores, sería el más grande que la UE haya concretado. Sin embargo, enfrenta la oposición de Francia, que en plena crisis política interna ha calificado el acuerdo de «inaceptable» en su estado actual. La presión creciente de China en Latinoamérica y la amenaza de aranceles por parte de Estados Unidos bajo el liderazgo de Donald Trump han motivado a la UE, con Alemania y España a la cabeza, a avanzar en este acuerdo para diversificar sus mercados. La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, busca dar el empujón decisivo para cerrar los aspectos políticos del pacto antes de fin de año, lo que podría consolidar una de las mayores zonas de libre comercio del mundo.
Por el lado sudamericano, Brasil lidera las negociaciones, con el presidente Luis Inácio Lula da Silva optimista de cerrar el trato antes de fin de año, mientras que la situación en Argentina, con la llegada de Javier Milei, podría representar un desafío. Milei, aunque no se opone directamente al acuerdo, promueve una agenda que cuestiona la estructura unificada del Mercosur y busca tratados bilaterales sin la necesidad de aprobación regional. Esto lo coloca en una posición de mediador informal de Trump en la cumbre y podría generar tensiones con Brasil, que aboga por una integración más profunda. Para Mercosur, este acuerdo con la UE no solo es una puerta a diversificar su comercio más allá de dependencias con China y EE. UU., sino también una declaración de principios comunes en un momento de tensiones geopolíticas globales. China, mientras tanto, continúa afianzando su presencia en la región, destacándose con inversiones en grandes proyectos de infraestructura como el reciente megapuerto de Chancay en Perú.
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