En el corazón de la selva profunda de Putumayo, Colombia, un equipo de vacunadores navega por el sinuoso río San Juan hacia el resguardo indígena Las Vegas. Sara Jiménez, miembro de este equipo, irradia felicidad con su uniforme que brilla bajo el sol. «Este bote es una bendición», afirma, subrayando cómo este nuevo medio de transporte ha transformado su crucial tarea de prevenir enfermedades.
Hasta hace poco, los desafíos para los vacunadores eran abrumadores. Sin este bote de madera, con capacidad para 20 personas, los costos de transporte eran exorbitantes. «Anteriormente nos tocaba pagar costos muy elevados para venir», recuerda Jiménez. Su compañero, Libardo Chará, reflexiona sobre las visitas limitadas, a veces reducidas a una o tres anuales, dejando a muchos niños sin vacunar. «Los niños estaban atrasados. Había niños grandes que no tenían ni la primera vacuna», lamenta.
En Putumayo, casi el 80% de la población reside en áreas rurales dispersas, las cuales requieren entre cinco y seis horas de navegación por los ríos para ser accesibles. Carolina Echeverry, secretaria de salud del departamento, señala que esas condiciones dificultan el acceso a los servicios de salud y restringen la cobertura de vacunación.
Putumayo ha sido priorizado en la Iniciativa Global de Canadá para la Equidad de Vacunas, un proyecto que busca mejorar el acceso a las vacunas en poblaciones vulnerables. Esta colaboración con la Organización Panamericana de la Salud (OPS) y Unicef, respaldada por una inversión de 14,9 millones de dólares canadienses entre 2023 y 2024, tiene como objetivo fortalecer los sistemas de salud y promover la inmunización en áreas remotas.
«En Putumayo identificamos que los niveles de cobertura estaban bajos, especialmente en zonas ribereñas», señala Jaid Constanza Rojas, consultora de inmunizaciones de la OPS. La entrega del bote ha permitido a los vacunadores realizar esquemas de vacunación más regulares y monitorear mejor a la población, mejorando la salud comunitaria.
Desde tempranas horas de la mañana, los equipos de vacunadores recorren las comunidades de Puerto Caicedo, buscando activamente a niños y familias. Yolanda Ortega, enfermera de vacunación, describe cómo se realiza la vacunación de puerta en puerta y en puntos comunitarios. Martha Chachinoy, otra vacunadora, elogia la eficacia que ha traído el nuevo bote: «Es muy duro, pero hacemos el trabajo con mucho amor».
La llegada al resguardo indígena es una bendición para muchas madres, como Angie Paí, quien aprecia la facilidad de acceso a las vacunas para su hijo: «Facilita que ellos vengan acá por el transporte». Esteban López, gerente del hospital local, reconoce que los costos de transporte se han reducido drásticamente gracias a la donación del bote, permitiendo más jornadas de vacunación.
El Programa Ampliado de Inmunizaciones de Colombia ofrece una amplia gama de vacunas, protegiendo a la población desde niños hasta adultos mayores. «La vacunación es muy importante para prevenir enfermedades», enfatiza Elvin Janeth Botina, jefe de salud pública.
La colaboración internacional y la entrega del bote no solo mejoran el acceso a las vacunas, sino que también refuerzan la salud y el bienestar de las comunidades más vulnerables. «Es muy gratificante ver que los niños crecen y verlos junto a sus familias», concluye Chachinoy, reflejando el compromiso y pasión del equipo de vacunadores.