En una mañana cargada de emoción y sorpresa, los pasillos del Hospital Gregorio Marañón de Madrid se transformaron en un escenario de aventuras y sonrisas gracias a la visita anual de una veintena de bomberos de la Comunidad de Madrid. Este evento, que se realiza desde 1997 como una actividad voluntaria y solidaria, tiene como objetivo romper la rutina hospitalaria de los niños ingresados, llevándoles momentos de alegría y distracción.
La expectación era palpable en los rostros de los pequeños pacientes cuando, de repente, vieron a los bomberos rapelar por una de las fachadas internas del hospital. Desde las ventanas de sus habitaciones o asomados en los pasillos, los niños observaban fascinados cómo estos héroes bajaban ágilmente cuatro plantas ayudados por cuerdas, una imagen que permanecerá en sus memorias.
Más allá de la impresionante demostración, los bomberos recorrieron las distintas áreas del hospital, incluyendo las Unidades de Cuidados Intensivos, los hospitales de día y las Urgencias. En cada parada, dedicaron tiempo a conversar con los niños, que entusiasmados, se probaban los chaquetones y cascos, e incluso, posaban para fotos que inmortalizarían estos momentos especiales. Además, cada niño recibió un pequeño kit de bombero infantil, un recuerdo de esta visita que les ayudó a olvidar, al menos por un rato, la enfermedad y los tratamientos.
«Están pasando un momento difícil y tener la posibilidad de hacérselo un poquito más fácil y verles sonreír nos llena más a nosotros que a ellos», comenta Javier Iglesias, bombero con una larga trayectoria en estas visitas. Sabe que esos instantes de felicidad tienen un impacto profundo no solo en los menores, sino también en sus propias vidas.
Nuria Mira, presidenta de la Comisión de Humanización del Hospital Gregorio Marañón, explica que estas actividades forman parte de un esfuerzo más amplio para hacer más amena la estancia hospitalaria de los niños. «Para ellos es toda una aventura que poder compartir y ver a los bomberos en su hospital. Salen de la rutina hospitalaria y pasan una mañana diferente», añade.
Las visitas no se limitaron a los más pequeños; también llegaron a los adolescentes en la Unidad de Psiquiatría, donde surgió una curiosa interacción. Los chicos, intrigados por la vocación de los bomberos, formularon preguntas sobre el acceso a la profesión y escucharon anécdotas de rescates y labores comunitarias.
Blanca Toledo, pediatra del hospital, subraya la importancia emocional de estos encuentros: «Por un momento, olvidan su enfermedad y sus tratamientos, aparcan todo lo malo y disfrutan con una visita muy diferente. Esos momentos contribuyen muy positivamente a su estado emocional y, en consecuencia, a su bienestar».
Un año más, los bomberos y el equipo del Hospital Gregorio Marañón han unido fuerzas para demostrar que la solidaridad y el cuidado humano son aliados imprescindibles en la recuperación y bienestar de los más jóvenes. En un entorno donde la sanación va más allá de lo físico, estos encuentros se convierten en un soplo de aire fresco y esperanza tanto para los niños como para los adultos que los acompañan.
