La revuelta que estalló en Siria en 2011, impulsada por las esperanzas de cambio durante la Primavera Árabe, ha desembocado en un conflicto de proporciones devastadoras, configurando una de las crisis humanitarias más graves de la última década. La guerra civil siria ha arrasado el país durante trece años, dejando un saldo aterrador de medio millón de muertos. Ciudades históricas han sido reducidas a escombros, y la vida diaria de quienes permanecen en el territorio está marcada por el temor y la incertidumbre. La lucha, que ha involucrado a múltiples actores internos y externos, ha generado un complejo entramado de intereses geopolíticos, dificultando la paz y prolongando el sufrimiento de millones de personas.
Además del trágico saldo de muertos, la guerra ha desplazado a siete millones de sirios dentro de sus propias fronteras, mientras que más de seis millones han buscado refugio en el extranjero, principalmente en países vecinos como Turquía, Líbano y Jordania, exacerbando las tensiones en la región. La comunidad internacional ha intentado diversas veces mediar en el conflicto, aunque los esfuerzos por alcanzar una solución sostenible han sido, en gran parte, infructuosos. La situación ha derivado en una crisis humanitaria que transciende fronteras, desafiando a organizaciones de ayuda y gobiernos en su capacidad de respuesta. A medida que el conflicto entra en su decimocuarto año, el futuro de Siria y su gente sigue siendo incierto, con una reconstrucción que parece aún lejana.
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