La inteligencia artificial (IA) ha alcanzado un punto donde la infraestructura se ha convertido en un tema estratégico crucial. El debate sobre si optar por bare metal o virtualización para IA es recurrente en los comités de arquitectura. A simple vista, la respuesta es que depende de varios factores; sin embargo, un análisis detallado revela que el rendimiento, la eficiencia, el aislamiento, la operación y los costes definen la elección más adecuada.
En cuanto al rendimiento, las operaciones de IA con bare metal, al no tener un hipervisor intermedio, permiten un acceso directo al hardware, optimizando las configuraciones y aumentando la eficiencia en tareas como el entrenamiento distribuido y afinación de modelos de lenguaje a gran escala. La virtualización, en cambio, introduce un pequeño overhead, especialmente al compartir GPU mediante passthrough PCIe o vGPU, lo que puede llevar a una variabilidad en situaciones críticas.
La ubicación física de los recursos también juega un papel crucial. La interconexión directa entre GPUs ofrecida por bare metal resulta ventajosa en configuraciones donde la latencia es determinante, como en procesos de inferencia crítica. La virtualización, por su parte, aporta elasticidad pero requiere un afinamiento exhaustivo para evitar interferencias en las operaciones.
En términos de seguridad y cumplimiento, bare metal garantiza un aislamiento físico que simplifica las auditorías, especialmente en sectores regulados. La virtualización, por el contrario, permite el uso compartido de recursos, aunque exige implementaciones adicionales para asegurar el cumplimiento normativo.
La eficiencia energética también es un factor a considerar. Con un aumento en la demanda de potencia en los centros de datos, las configuraciones bare metal ofrecen un control térmico más predecible, mientras que las soluciones virtualizadas requieren una gestión cuidadosa para evitar pérdidas y maximizar el uso.
La operación, por otro lado, presenta sus propios desafíos. Mientras que bare metal simplifica la gestión del plano de datos, implica un esfuerzo adicional en la gestión operativa. La virtualización facilita la coexistencia de múltiples equipos y migraciones en caliente, a costa de añadir una capa más de complejidad.
El coste total de propiedad (TCO) es otro aspecto crucial. Si bien bare metal puede resultar menos flexible en términos de pago, su efectividad en términos de coste por resultado en entrenamientos prolongados es indiscutible. La virtualización, en contraste, brilla por su capacidad de aprovechamiento de recursos, ofreciendo autoservicio y elasticidad.
Para tomar una decisión informada, es esencial medir el coste por resultado, no solo el coste por hora. Este enfoque permite apreciar la verdadera eficiencia del recurso, transformando cada vatio en valor tangible para la IA de 2025, donde la ingeniería de infraestructura será clave en la conversión de vatios en resultados, minimizando el ruido y maximizando el valor obtenido.
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