En los últimos años, el auge de los barcos ‘ecológicos’ se posicionó como una solución innovadora para reducir la contaminación ambiental, especialmente en lo referente a las emisiones de azufre de los combustibles marítimos. Sin embargo, recientes estudios revelan un lado oscuro inesperado de esta tecnología: su contribución al calentamiento global. Investigaciones publicadas en la revista Communications Earth and Environment indican que la caída en el uso de combustibles ricos en azufre, dictada por la normativa internacional desde 2020, redujo drásticamente la presencia de aerosoles, pequeñas partículas que reflejan la luz solar y proporcionaban un efecto de enfriamiento terrestre. Como resultado, el equilibrio energético del planeta ha sido alterado, permitiendo que más calor quede atrapado en la atmósfera y desencadenando un acelerado aumento de las temperaturas globales.
Estos cambios han sido más notorios en el Atlántico Norte, donde se ha observado un significativo incremento en la temperatura de la superficie marina. El impacto de los barcos ‘ecológicos’ ha suscitado un debate entre expertos, quienes advierten que la disminución de aerosoles podría haber duplicado la tasa de calentamiento de la presente década, exacerbando fenómenos climáticos extremos como tormentas intensas, sequías y el derretimiento polar. En respuesta, algunos científicos proponen la geoingeniería como una medida de mitigación, sugiriendo iniciativas como el aumento del brillo de las nubes para restaurar el efecto reflectante perdido. No obstante, estas propuestas aún están plagadas de incertidumbres sobre sus posibles consecuencias en los patrones climáticos a nivel global, destacando la necesidad de un enfoque equilibrado que contemple tanto la reducción de emisiones contaminantes como sus efectos colaterales no previstos.
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