Barcelona enfrenta una encrucijada identitaria marcada por el incremento del costo de vida y una sensación de desposesión entre sus habitantes. La ciudad ha visto cómo muchos jóvenes, especialmente aquellos de entre 25 y 44 años, se trasladan a otros municipios debido al elevado precio de la vivienda. Esto, unido a una caída en los nacimientos y una creciente población inmigrante, genera una dinámica que lleva al envejecimiento de la población local y una sensación de extrañamiento. Esta situación obliga a reexaminar el imaginario colectivo y cuestionar cómo los barceloneses actualmente sienten pertenencia a su ciudad, con la cultura emergiendo como herramienta clave para reconstruir esa identidad.
En este contexto, la cultura se convierte en un puente para conectar a los ciudadanos con su historia y contemporaneidad. Un ejemplo de esto es la emblemática exposición «El Quadrat d’Or» de 1990, que resaltó el patrimonio modernista de Barcelona, ayudando a enorgullecer a los residentes de su riqueza arquitectónica. Próximamente, la exposición «Museu Habitat», coordinada por Manuel Borja-Villel, promete explorar y fortalecer esta identidad urbana en espacios diversos de la ciudad. La expectativa generada sugiere un interés renovado por reconectar con Barcelona a través de su legado cultural, ofreciendo una oportunidad para que sus habitantes redescubran su vínculo con el lugar donde viven.
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