En un contexto marcado por la prolongada guerra entre Rusia y Ucrania, líderes de los países bálticos, nórdicos y Polonia se reunieron para fortalecer sus lazos y diseñar una estrategia conjunta contra las amenazas del Kremlin. La cumbre, celebrada en la residencia de verano del primer ministro sueco, Ulf Kristersson, en Harpsund, abordó temas críticos de seguridad regional. Durante el encuentro, los mandatarios respaldaron abiertamente la entrada de Ucrania en la OTAN, un paso crucial en el Plan de la Victoria propuesto por el presidente ucraniano, Volodimir Zelenski. Donald Tusk, primer ministro polaco, subrayó la necesidad de una Europa independiente en defensa y seguridad, especialmente frente a una posible retirada parcial del apoyo de Estados Unidos bajo una hipotética presidencia de Donald Trump. Tusk destacó la importancia de estar preparados para asistir a Ucrania, viendo en ello una oportunidad para Europa de reforzar sus capacidades defensivas.
Mientras tanto, Donald Trump ha designado al general retirado Keith Kellog como enviado especial para Ucrania, buscando facilitar negociaciones entre las partes. Este movimiento de Trump coincide con la autorización de Joe Biden para el uso de misiles de largo alcance por parte de Ucrania contra Rusia, una acción respaldada también por Gran Bretaña y Francia, elevando la postura de Ucrania en el conflicto. En respuesta a estas maniobras, Francia y otros países europeos, como Polonia, están considerando el envío de tropas a Ucrania para asegurar la paz postconflicto. Paralelamente, la propuesta de Tusk sobre la creación de una «policía naval» en el Báltico ilustra un esfuerzo concertado para proteger áreas estratégicas frente a una Rusia vista como una amenaza persistente. Mientras tanto, la unidad europea resalta como clave en el juego de equilibrios del poder, buscando contrarrestar cualquier incursión rusa y preservar la estabilidad regional.
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