La llegada de la residencia de Bad Bunny a Puerto Rico ha desatado una ola de entusiasmo cultural que va más allá de sus conciertos. En los comercios de la isla, la emblemática pava del jíbaro puertorriqueño ha tomado protagonismo, adornando desde vitrinas hasta productos cotidianos, simbolizando una mezcla de tradición e identidad pop. Este fenómeno ha impulsado no solo la economía, sino también el espíritu cultural, reviviendo el interés en las raíces locales a través de la iconografía de la música de Bad Bunny. La decisión del artista de no incluir conciertos en Estados Unidos, motivada por temores a redadas migratorias, reforzó su conexión con la isla, desatando un fervor que se ha reflejado en toda la industria del entretenimiento.
El impacto económico ha sido notable, con estimaciones de cientos de millones generados gracias a la residencia, además de un significativo aumento en el turismo en plena temporada baja. Restaurantes icónicos como La Casita Blanca han visto su clientela multiplicarse, en una muestra del poder de atracción cultural que ha tenido Bad Bunny en la isla. Si bien el sector privado y las entidades locales han aprovechado el momento, hay voces que reclaman un mayor esfuerzo integrado por parte del gobierno para capitalizar este fenómeno a largo plazo. Con Puerto Rico experimentando una revitalización económica y cultural sin precedentes, la interacción entre tradición, identidad y modernidad se convierte en un foco de oportunidades futuras.
Leer noticia completa en El Pais.