En el contexto de una pérdida, la verdadera razón del llanto no es únicamente la muerte del ser querido, sino el sentimiento de orfandad que provoca en quienes permanecen. Esta reflexión introspectiva señala que la tristeza se origina en el vacío y la vulnerabilidad que sienten aquellos que se quedan. La muerte de un padre no solo representa el adiós a una figura crucial, sino también la confrontación con un cambio irreversible en la propia existencia.
El duelo, por lo tanto, es más íntimo de lo que parece a simple vista. Aunque el fallecimiento de un ser querido es el detonante, el dolor emerge del impacto personal y del reajuste que debe hacerse en la cotidianidad de quienes sobreviven. En este sentido, el llanto se convierte en una manifestación de la lucha interna para encontrar sentido y propósito ante una pérdida que redefine el significado de pertenencia y protección en la vida de los enlutados.
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