Un potente terremoto de magnitud 7,7 estremeció el noroeste de Myanmar, con réplicas que se sintieron en Tailandia y China. El temblor, cuyo epicentro fue cerca de la ciudad de Mandalay y a una profundidad de 10 kilómetros, ha causado el colapso de edificios de cinco plantas y dejado escombros por las calles, según los primeros reportes. Las autoridades han advertido sobre la posibilidad de más réplicas, aunque anticipar tales eventos sigue siendo un desafío para la ciencia. Los sistemas de monitoreo actuales, como los del Servicio Geológico de Estados Unidos, permiten detectar rápidamente los sismos cuando ocurren, pero no predecirlos con anticipación.
Mientras tanto, investigaciones recientes sugieren que los cables submarinos de fibra óptica, utilizados originalmente para telecomunicaciones, podrían revolucionar la detección sísmica al funcionar como sensores gigantes en el fondo del mar. Este método ha sido probado exitosamente en un enlace entre Canadá y Reino Unido, demostrando su capacidad para detectar movimientos sísmicos y corrientes oceánicas. Este avance podría no solo mejorar nuestra comprensión de la dinámica terrestre al extender la red sísmica al mar, sino también ofrecer un nuevo enfoque para monitorear los efectos del calentamiento global en las corrientes oceánicas profundas. Científicos de instituciones como el Servicio Geológico Británico y Google están explorando estas posibilidades, que podrían cambiar profundamente nuestra capacidad para observar fenómenos naturales a gran escala.
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