Los investigadores del caso sospechan que el individuo estuvo escondido en áreas boscosas mientras era objeto de una intensa búsqueda por parte de las autoridades. Durante días, su paradero fue un misterio, alimentando la especulación pública sobre sus posibles movimientos y localización. El despliegue de recursos humanos y tecnológicos en la búsqueda puso una considerable presión sobre las fuerzas de seguridad, que tuvieron que peinar extensas áreas de difícil acceso en un intento por localizarlo. Las zonas boscosas, con su densa vegetación y complicados terrenos, representaron un refugio ideal para eludir la detección, lo que dificultó aún más las labores de búsqueda.
Finalmente, el protagonista de la búsqueda puso fin a la incertidumbre al decidir contactar a la Guardia Civil, confesando que no podía soportar más la presión del operativo que se había desplegado en su búsqueda. Esta llamada resultó ser clave para su ubicación y posterior captura, permitiendo a las autoridades cerrar un capítulo que había generado tensión y preocupación en la comunidad local. Su entrega voluntaria pone de manifiesto tanto el éxito del dispositivo de búsqueda en ejercer una presión psicológica significativa, como las limitaciones personales a la hora de mantenerse en la clandestinidad bajo constantes esfuerzos de búsqueda.
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