Tras su regreso del Himalaya, Vanessa Almeida, regatista y entrenadora paralímpica de 46 años, continúa sintiendo los efectos de la altura en su cuerpo, pero también los ecos de una experiencia transformadora. Su reciente ascenso al Manaslu, una de las montañas más altas del mundo, no solo representa un reto deportivo, sino un compromiso con la visibilidad y la inclusión de personas con autismo. Bajo su proyecto “8.000 sin barreras”, Almeida busca convertirse en la primera persona con Trastorno del Espectro Autista (TEA) en culminar esta hazaña. Su mensaje es claro: “El autismo no me limita, me potencia”, y lo refleja en su enfoque tanto en el deporte como en la vida.
Almeida, que lleva apenas cinco años en el alpinismo, ha fusionado su nueva pasión con su diagnóstico de autismo al alto funcionamiento. Reconoce que esta condición, lejos de ser un obstáculo, le ofrece capacidades como una profunda concentración y meticulosidad. A medida que avanza en su travesía, también aboga por la sensibilización y detección temprana del autismo, compartiendo su experiencia de vida sin una comprensión adecuada de sí misma. Con la mirada en nuevas cimas, su deseo no es solo alcanzar el Manaslu, sino disfrutar del viaje, dejando claro que el verdadero éxito radica en el camino recorrido, y no solo en la meta alcanzada.
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