Apple ha lanzado una advertencia al gobierno australiano, indicando que, de seguir el camino regulador de la Unión Europea, los ciudadanos del país podrían enfrentarse a amenazas digitales significativas. Esta declaración se produce mientras la Unión Europea implementa el Acta de Mercados Digitales (DMA), con el objetivo de reducir el dominio de las grandes tecnológicas y ofrecer más libertad a los usuarios para elegir y gestionar sus aplicaciones.
El DMA establece normas que promueven la interoperabilidad, permitiendo a los usuarios cambiar entre aplicaciones y plataformas sin perder sus datos. Además, facilita a las pequeñas empresas procesar sus propios pagos, desafiando la política de Apple de imponer un cargo del 30% en las transacciones en sus dispositivos. Esta comisión ha sido criticada, puesto que el costo real de procesar un pago en Europa es inferior al 1%, lo que sugiere un elevado margen de ganancia para Apple.
Entre las normativas que más preocupan a Apple está la obligación de permitir el «sideloading», permitiendo a los usuarios instalar aplicaciones de fuera de la tienda oficial de Apple. Esto abre las puertas a tiendas de aplicaciones alternativas, promoviendo una competencia más equitativa y políticas de pago más justas.
Pese a estos cambios, Apple argumenta que los australianos no están capacitados para elegir adecuadamente sus aplicaciones o métodos de pago. Este enfoque paternalista ha generado críticas, especialmente dado el historial mixto de Apple en cuanto a la privacidad, donde ha sido acusada tanto de proteger la privacidad de usuarios como de vulnerarla.
La reacción de Apple se percibe como excesiva, considerando que históricamente ha desobedecido regulaciones europeas sin mayores penalidades. En un contexto global de creciente acción antimonopolio, países como Estados Unidos, Reino Unido, Corea del Sur y Japón buscan coordinar esfuerzos para controlar el poder de las grandes tecnológicas.
Australia evalúa seriamente implementar regulaciones similares a las del DMA, lo que podría marcar un antes y un después en la regulación tecnológica mundial. Esta acción coordinada es vista como un paso crucial en la lucha contra prácticas monopolísticas que perjudican a los consumidores globalmente. A medida que Australia avanza, hay optimismo de que pueda desarrollar soluciones innovadoras que beneficien a sus ciudadanos, siguiendo la senda abierta por la Unión Europea.