En Austin, Texas, se está librando una batalla por el dominio de la conducción autónoma, con Waymo y Uber colaborando para expandir los taxis sin conductor que ya operaban en la ciudad. Los taxis autónomos de Waymo, que pertenecen a Alphabet, circulan ahora exclusivamente a través de la aplicación de Uber, cubriendo un área de 95 kilómetros cuadrados. A la par que Austin se consolida como el nuevo Silicon Valley texano, la asociación entre estas empresas enriquece la propuesta de transporte compartido, eléctrico y autónomo de Uber, que también organiza el mantenimiento de esta moderna flota en colaboración con la empresa española Avomo. Aunque Elon Musk, con Tesla, promete llevar su propio servicio de robotaxis a Austin, el escepticismo en el sector es palpable debido a sus promesas incumplidas en el pasado.
Por su parte, Uber destaca las ventajas de la conducción autónoma como una estrategia a largo plazo, aunque aún enfrenta desafíos financieros y regulatorios. En contraste con el dinamismo de Austin, donde el clima y las normativas locales favorecen estas pruebas, otros lugares, incluidos algunos países europeos, avanzan más cautelosamente en la adopción de esta tecnología. Expertos como Bryant Walker Smith señalan que, a pesar del progreso, la conducción autónoma sigue requiriendo un grado de intervención y supervisión humana y aún enfrenta retos de seguridad y aceptación pública. La tecnología, aunque prometedora, debe seguir siendo perfeccionada para competir eficazmente con la experiencia de los conductores humanos y para cumplir las expectativas crecientes de inversores e instituciones regulatorias, así como para ganar la confianza de un público todavía escéptico.
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