La cumbre entre Donald Trump y Vladimir Putin, programada para el 15 de agosto en Alaska, promete ser un evento clave que podría influir en el futuro del conflicto en Ucrania. Convocada por el presidente estadounidense, la reunión busca alcanzar un alto el fuego, aunque los rumores sobre «intercambios territoriales» han generado desconfianza. El presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, ha rechazado esta posibilidad, advirtiendo que la cesión de tierras sería una violación de la constitución ucraniana. A medida que se acerca la fecha, la presión militar de Rusia se intensifica, complicando aún más las negociaciones. Las fuerzas rusas han logrado avances en la región de Donetsk, lo que añade un clima de tensión a la cumbre.
Mientras tanto, las tropas ucranianas están resistiendo en el frente, aunque algunos analistas advierten sobre nuevas amenazas en la región de Pokrovsk. A pesar de estos desafíos, se señala que Ucrania aún tiene capacidad para neutralizar ataques rusos en el corto plazo. Regresando a la dinámica del conflicto, otros analistas apuntan a la falta de suficientes efectivos ucranianos para cubrir todas las posiciones, lo que ha facilitado pequeñas incursiones rusas. Aunque la situación se mantiene tensa, el frente no ha cambiado drásticamente en meses, sugiriendo que una posible estabilización podría estar en el horizonte, siempre y cuando no se alteren los equilibrios actuales.
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