Andrew Griggs ocultó el cuerpo de su esposa Debbie en el jardín de su casa durante más de dos décadas tras asesinarla en 1999, cuando ella tenía 34 años y estaba embarazada. En 2019, Griggs fue condenado a un mínimo de 20 años de prisión, aunque en ese momento el cuerpo de Debbie aún no había sido encontrado. Solo el hallazgo de su sangre en el vehículo de Griggs fue clave para demostrar su culpabilidad. Recientemente, el caso dio un giro siniestro cuando se reveló que Griggs intentó manipular a uno de sus hijos para que desenterrara el cuerpo de su madre y enviara un mechón de su cabello al extranjero como parte de un elaborado intento por convencer de que Debbie seguía viva. Esta acción le costó una condena adicional de tres años en prisión.
A pesar de su constante negativa sobre el crimen, Griggs terminó proporcionando información sobre la ubicación del cuerpo a la policía. En 2022, en Dorset, Inglaterra, se hallaron restos humanos en un barril envuelto en una lona azul en su jardín, confirmando que pertenecían a Debbie. La familia de la víctima vivió años de incertidumbre, y el reciente descubrimiento devastó sus esperanzas de que aún estuviera con vida. Sin embargo, pudieron finalmente cerrar un capítulo doloroso de sus vidas. La fiscal responsable calificó a Griggs como totalmente responsable, no solo por el asesinato sino por las mentiras que sostuvo en su desesperado intento de evitar la justicia.
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