El Atlético de Madrid vivió un período impresionante de éxitos al conseguir 15 victorias consecutivas, un récord en la historia del club, que los catapultó a la cima de la Liga. Sin embargo, esta racha terminó abruptamente en Leganés, un partido en el que el equipo de Simeone desplegó un juego que, aunque desafortunado en el resultado, mostró destellos de la calidad que los había llevado tan lejos. A pesar de las oportunidades claras, la suerte no estuvo de su lado, con intentos frustrados por la madera y un penalti fallido por Griezmann. La derrota, por un resultado que reflejaba la frustración de una actuación prometedora, contrastó con la sensación de hundimiento que había prevalecido en su última caída, contra el Betis. Aquella derrota en el Benito Villamarín había desnudado las carencias del equipo, que entonces se encontraba en una crisis de juego tras varios reveses en diferentes competiciones.
La transformación del Atlético después de esa derrota contra el Betis fue notable, y el cambio se gestó a través de un diálogo interno entre jugadores y cuerpo técnico liderado por Simeone. La implementación de un sistema táctico más sólido, basado en el 4-4-2, permitió al técnico colchonero integrar figuras como Galán, Giuliano y Lenglet, revitalizando el plantel y marcando el inicio de una revolución. Incluso Sorloth se convirtió en un aliado clave como goleador de emergencia. El cierre de esta racha de victorias dejó indudablemente un sabor amargo, pero también valiosas lecciones y motivación renovada. Simeone y su equipo ahora enfrentan nuevos desafíos, preparados para demostrar que el espíritu competitivo del Atlético sigue intacto. La reválida será pronto, con duelos cruciales en Champions contra el invicto Bayer Leverkusen y en Liga contra un ambicioso Villarreal, en lo que promete ser una nueva etapa para los rojiblancos.
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