En el reciente estreno de «Otello» en el Teatro Real, la soprano lituana Asmik Grigorian brilló al reinterpretar el personaje de Desdémona con una visión potente y contemporánea. Grigorian se aleja de la ingenuidad habitual del personaje y lo transforma en una figura que refleja las problemáticas actuales de la violencia de género. Su interpretación intensa y conmovedora alcanzó su punto culminante en el cuarto acto con la «Canción del sauce» y el «Ave María», donde cada nota transmitía una palpable tensión y emoción. La dirección musical de Nicola Luisotti contribuyó significativamente al éxito de la velada, dirigiendo con precisión y sensibilidad la orquesta y coro que acompañaban magistralmente la interpretación de Grigorian.
Sin embargo, la producción enfrentó desafíos en otros aspectos. Brian Jagde, en su debut como Otello, no logró imprimir al personaje la autoridad escénica necesaria, aunque su performance vocal fue técnicamente sólida. El Yago de Gabriele Viviani tampoco alcanzó la hondura psicológica esperada, resultando en una actuación monótona a pesar de su habilidad vocal. La dirección de escena de David Alden incorporó elementos visuales interesantes pero no consiguió cohesionar las actuaciones en una narrativa convincente, lo que afectó la dinámica entre los personajes. La escenografía austera y la iluminación opresiva añadieron una atmósfera tangible, pero las interacciones fundamentales quedaron diluidas en el conjunto, limitando así el impacto teatral de esta icónica ópera verdiana.
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