Cristina Álvarez compareció recientemente ante el juez Peinado, declarando que fue contratada con el propósito específico de supervisar todas las actividades de Begoña Gómez, la esposa del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. En su testimonio, Álvarez detalló que su responsabilidad abarcaba un espectro amplio de funciones, esencialmente actuando como una observadora encargada de reportar cualquier actividad de interés respecto a Gómez. La naturaleza de este encargo, según explicó, obedecía a un interés particular aunque no especificó quién concretamente solicitó sus servicios, generando con ello diversas especulaciones sobre los motivos y entidades involucradas en esta vigilancia.
Esta declaración ha suscitado un fuerte revuelo mediático y político, generando preguntas sobre la privacidad de las figuras públicas y los límites éticos de tales contrataciones. La revelación ha puesto en relieve la intensa y a menudo controversial vigilancia que rodea a las personalidades cercanas al poder gubernamental. Mientras el caso sigue su curso en los tribunales, se espera que las investigaciones arrojen más luz sobre los detalles y razones detrás de esta operación de vigilancia, lo que podría tener implicaciones más amplias para la dinámica política del entorno del presidente Sánchez.
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