La compleja guerra civil siria ha llegado a un nuevo punto de inflexión con una ofensiva que ha permitido a los rebeldes sirios recuperar control sobre Alepo, un acontecimiento que desafía al régimen de Bashar Asad y a sus dos aliados internacionales más influyentes, Rusia e Irán. Encabezada por el grupo Hayat Tahrir al Sham (HTS) y otras facciones respaldadas por Turquía, esta operación militar se había anticipado durante meses como una respuesta a la política inflexible de Asad, quien ha mantenido su régimen a través de la represión y el apoyo externo, ignorando los esfuerzos de las Naciones Unidas para facilitar un proceso político en Ginebra. Hadi al Bahra, presidente de la Coalición Nacional Siria, subraya que esta ofensiva es un resultado del descontento popular ante la negativa del régimen a participar en un cambio político significativo y resalta la fragmentación del país, donde zonas de influencia se encuentran bajo la presencia de potencias extranjeras como Rusia, Estados Unidos, Turquía e Irán.
El control de Alepo por los rebeldes marca un significativo revés para Asad, especialmente tras la expulsión de las fuerzas opositoras de la ciudad en 2016. La respuesta del gobierno, con el apoyo aéreo ruso, ha sido intensificar los bombardeos en un esfuerzo por detener el avance hacia Hama. La situación en la región no solo resucita los frentes de guerra, que llevaban años estancados, sino que también refleja la desesperación de una población que busca alternativas a un régimen caracterizado por la corrupción y una gestión deficiente. La reciente escalada también ha vuelto a poner sobre la mesa la necesidad de un proceso de negociación política que permita una transición a un gobierno democrático que satisfaga las aspiraciones de justicia y libertad de los sirios, facilitando así el retorno de refugiados y desplazados.
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