Desde que Jorge Bergoglio se convirtió en el Papa Francisco en 2013, su relación con los líderes políticos de su país natal, Argentina, ha sido compleja y a menudo tensa, lo cual ha influido en su notable ausencia de la nación sudamericana desde entonces. A pesar de ser el primer Papa latinoamericano, un hecho que inicialmente generó orgullo y altas expectativas en su país de origen, las fricciones con los sucesivos gobiernos argentinos han creado un distanciamiento palpable entre Francisco y Argentina. Dichas tensiones han sido atribuidas a diferencias ideológicas y desacuerdos sobre cómo abordar diversas cuestiones sociales y económicas que enfrentan tanto la Iglesia como el Estado argentino.
A lo largo de su papado, la distancia entre Francisco y Argentina se ha vuelto simbólica y literal. Mientras que las audiencias papales han recibido a mandatarios argentinos en el Vaticano, Francisco no ha realizado ninguna visita pastoral a su tierra natal. Esta situación contrasta con los frecuentes viajes a otras naciones de la región, reflejando un enfriamiento en las relaciones bilaterales. A pesar de los rumores y especulaciones sobre posibles viajes futuros a Argentina, hasta ahora, no se ha materializado una visita, lo que resalta aún más el impacto de esta relación complicada en el legado del primer Papa latinoamericano.
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