En las afueras de Madrid, un modesto laboratorio alberga un equipo de científicos dedicados a estudiar los árboles españoles para optimizar la gestión forestal. El lugar, repleto de tecnología y muestras de madera, es tanto un laboratorio como un archivo que guarda historias climáticas registradas en los anillos de los árboles. Bajo el nombre de Dinámica, Modelización y Gestión Forestal, este centro, vinculado al INIA y CSIC, se centra en la dendrocronología, una disciplina que analiza los anillos de crecimiento de los árboles para extraer datos sobre el pasado climático, eventos históricos y cambios ambientales. Los anillos cuentan con la peculiaridad de ser indicadores del clima de cada año, revelando si fue seco o lluvioso y permitiendo a los científicos reconstruir fenómenos del pasado, como incendios y sequías.
El proceso de estudio comienza con la obtención de muestras mediante la barrena de Pressler y continúa con un análisis minucioso de los anillos. Esta técnica no solo se utiliza en arqueología para datar construcciones y acontecimientos históricos, sino que también juega un papel crucial en la comprensión del cambio climático. Científicos como Emilia Gutiérrez Merino destacan la valiosa información que aporta la dendrocronología sobre el clima anterior a las estaciones meteorológicas y su impacto en la comprensión del calentamiento global actual. En un contexto donde los eventos climáticos extremos son cada vez más frecuentes, los árboles se erigen como testigos y relatores imparciales de la historia de la Tierra, ofreciendo pistas claves para enfrentar el cambio climático y preservar los bosques.
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