Antonio Machado, cuyo legado permanece vigente a 150 años de su nacimiento, es reconocido no solo como poeta sino también como un pensador profundo que desafió los dogmas académicos de su tiempo. Nacido en Sevilla en 1875, Machado se convirtió en una figura emblemática del pensamiento crítico, fusionando poesía y filosofía en sus obras. Su enfoque filosófico, influenciado por figuras como Nietzsche y Bergson, rechazaba la sistematización rígida, prefiriendo explorar el misterio de la vida través de experiencias y reflexiones cotidianas. Sus identidades ficticias, Abel Martín y Juan de Mairena, sirvieron como vehículos para expresar un pensamiento accesible y lleno de aforismos, que reflejaban su creencia en la multiplicidad y heterogeneidad del ser humano.
Pasando gran parte de su vida en constante movimiento por lugares como Madrid, París y Barcelona, Machado vivió sus últimos días en el exilio en Colliure, huyendo del franquismo. Durante su vida, cultivó un pensamiento centrado en la esperanza y la posibilidad permanente, criticando el utilitarismo y el pragmatismo que, según él, aplazan vivir plenamente en el presente. Advirtió sobre las filosofías que homogeneizan la realidad y defendió el poder de la poesía para capturar las complejidades de la existencia humana. Mientras luchaba con las mismas dudas y dilemas morales que nos acompañan hoy, su obra sigue siendo una invitación a cuestionar verdades asumidas y a buscar una conexión auténtica con los demás a través de la compasión y la responsabilidad mutua.
Leer noticia completa en El Pais.