En un panorama cinematográfico donde las plataformas digitales han desplazado a las salas de cine, la audiencia global de eventos como los Oscar parece estar en declive, mientras que el espectáculo sigue manteniendo una fachada de relevancia y glamour. La ceremonia de este año, aunque predecible para los conocedores, ha visto sorpresas como el triunfo de la película independiente «Anora», que con un presupuesto modesto logró conquistar una Palma de Oro en Cannes, aunque no dejó una huella duradera en todos los espectadores. La cultura «woke» y el estruendoso silencio de Hollywood ante cuestiones políticas candentes reflejan la complejidad de un panorama industria donde el espectáculo y los intereses comerciales van de la mano.
Entre las cintas que destacaron, «The Brutalist» dejó una impresión indeleble con su atmósfera oscura y narrativa intrigante, mientras que la española «Los destellos» también brilló con una propuesta emocionalmente impactante. En el ámbito actoral, el reconocimiento a la labor de Zoe Saldaña por su papel de reparto, la conmovedora dirección de Walter Salles en «Aún estoy aquí», y la compleja interpretación de Adrien Brody reafirmaron la esencia artística del cine. Sin embargo, películas como «Emilia Pérez» enfrentaron el juicio social, mostrando cómo la política y las percepciones personales pueden influir en la percepción y aceptación de una obra. Esto destaca una industria en transformación, donde la creatividad sigue emergiendo entre un entorno cambiante y desafiante.
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