La escalada de violencia en Gaza y el Líbano se intensifica, consignando dudas sobre la efectividad de las estrategias militares empleadas por Israel para desmantelar a organizaciones como Hamás y Hezbolá. La eliminación de líderes clave no garantiza, ni mucho menos, la desaparición de estos grupos, dada su complejidad estructural y capacidad de adaptación. Hamás, con más de cuatro décadas en la Franja de Gaza, ha demostrado resiliencia y habilidad para reconstituirse tras la pérdida de dirigentes, en parte gracias a su vasta red de contactos internacionales. A pesar de los esfuerzos israelíes y las capacidades de sus servicios de inteligencia, el verdadero cambio vendrá solo cuando la población palestina en la región perciba escenarios viables y deseables fuera del dominio de Hamás. Esta misma lógica aplica al Líbano, donde Hezbolá actúa como un Estado dentro del Estado, combinando roles militares, políticos y sociales que apuntalan su influencia en el país.
Israel mantiene su ofensiva con objetivos que han derivado de sus planteamientos iniciales, en un conflicto prolongado que afecta a civiles inocentes y alberga el riesgo de perpetuar una guerra sin fin. La narrativa y legitimidad de los actores involucrados se ve socavada por la incapacidad de ofrecer una solución que promueva la paz y prospere en la región. No obstante, actores externos con poder de influencia, incluidas las grandes potencias, parecen no tener voluntad para mediar y resolver el conflicto de manera efectiva. En tanto prevalezcan estas dinámicas geopolíticas y los intereses espurios, el Medio Oriente continuará sumido en una espiral de violencia, con un futuro incierto para sus habitantes y la estabilidad regional.
Leer noticia completa en 20minutos.