Este miércoles, en un hecho que parece sacado de una película de acción, cientos de buscares explotaron en el Líbano, causando la muerte de nueve personas y dejando más de 2.700 heridos, entre ellos 200 en estado grave. Los dispositivos, que pertenecían a miembros de Hizbulá, estallaron en varias localidades, provocando escenas de caos y pánico. Según informes del portavoz de Hizbulá a la agencia Associated Press, el cargamento de buscares había llegado hace pocos días, pero la causa exacta de las explosiones sigue siendo un misterio. Mientras los expertos barajan la manipulación previa de los dispositivos o un inédito ataque informático, Israel, usualmente impreciso ante estos incidentes, no ha reivindicado responsabilidad alguna, aunque muchos en la comunidad internacional asumen su implicación.
El incidente marca un escalón más en el conflictivo escenario entre Hizbulá e Israel, latente desde el último año con la guerra de Gaza. A pesar de que Israel no ha confirmado su participación, la posibilidad de un sofisticado sabotaje resuena con fuerza. La explosión ha afectado tanto a combatientes de Hizbulá como a civiles, incluyendo hijos de altos cargos del grupo armado, lo que derivó en el colapso de hospitales en el Líbano y en Damasco, Siria. Con la creciente tensión y especulaciones sobre el método del ataque, los expertos temen un recrudecimiento del conflicto, el cual aleja la posibilidad de un alto al fuego en Gaza y complica la situación de los rehenes israelíes retenidos por Hamás.
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