El matrimonio entre Conchita Ybarra Dávila y Joaquín Fernández de Córdoba Frígola, marcados por el prestigio de la nobleza, no fue un mero acuerdo de conveniencia, como bien podría haberse interpretado según la máxima de Lutero. Joaquín, marqués de Zugasti, pertenecía a la ilustre estirpe de los Fernández de Córdova, conocida por líneas de marqueses y duques. La boda de esta pareja ocurrió a mediados del siglo pasado, en un glamurosamente orquestado evento en su casa de la sevillana calle Moratín. La ceremonia, con invitados notables, fue seguida por un cóctel servido por Clodoaldo Cortés, un maître que eventualmente se convertiría en un referente culinario en la posguerra española.
Los marqueses de Zugasti tuvieron cuatro hijos, cada uno llevando los nombres que honran a figuras familiares legendarias, evidenciando así la continuidad de un legado noble. Entre ellos destaca Joaquín, actual marqués de Montalbo y caballero de la Orden de Santiago. La familia, marcada por un linaje impecable, enfrentó también el drama personal, sobre todo en la figura de Tomasón Ybarra Lasso de la Vega, el abuelo materno, cuya vida llena de tragedias pintorescas resalta en esta crónica familiar. Estos detalles, encuadrados en el relato de un escritor que desvía su pluma hacia reflexiones sobre la nobleza y las promesas de inicio de año, enriquecen el cuadro familiar de los Zugasti, llevándonos de la formalidad del estatus a la humanidad de las vivencias personales.
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