En un atentado que sacudió la capital rusa, el teniente general Igor Kirillov, jefe de las fuerzas de protección biológica, química y nuclear de Rusia, fue asesinado en Moscú. La investigación inicial sugiere que la explosión fue causada por un artefacto oculto dentro de un patinete eléctrico, cargado con entre 100 y 300 gramos de TNT. Este ataque también resultó en la muerte de su asistente. Kirillov, en el cargo desde 2017, había sido recientemente acusado por fiscales ucranianos de autorizar el uso de armas químicas en el conflicto en Ucrania. Además, el Reino Unido había sancionado al general por sus supuestas acciones y por ser un prominente vocero de la desinformación del Kremlin.
Las sospechas sobre el atentado recaen sobre las agencias de espionaje ucranianas, que, operando dentro de Rusia, podrían haber planeado este asesinato como parte de una serie de operaciones clandestinas. El Servicio de Inteligencia de Ucrania acusó oficialmente a Kirillov de estar detrás del uso masivo de armas químicas prohibidas contra las fuerzas ucranianas. Mientras tanto, el Departamento de Estado de Estados Unidos ha señalado el uso de cloropicrina por parte de Rusia en el conflicto, violando la Convención sobre Armas Químicas de 1993. El fallecimiento de Kirillov marca la muerte de más alto perfil en las filas militares rusas desde el inicio de la invasión a Ucrania en febrero de 2022, subrayando la escalada de tensiones y el peligroso juego de inteligencia en Europa del Este.
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